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Pablo Pavón acusa a periodista con su mamá


César Augusto Vázquez Chagoya
6 de abril de 2006


Como una manera más de intimidación al gremio periodístico, ahora los políticos de Minatitlán recurren a los familiares de éstos para presionar.

Ejemplo del nivel al que ha llegado el jefe máximo de los petroleros en ese municipio, Pablo Pavón Vinales, quien en lugar de resolver situaciones laborales como lo es la función de su investidura, denigra su poder al amedrentar a la familia de un periodista con todo el aparato y estructura del sindicato que encabeza, atribuyéndose a título personal lo que un comunicador subraya en su espacio informativo, cuando el oficio periodístico demanda señalar los errores de los servidores públicos, funcionarios y políticos, así como reconocer sus cualidades.

Por eso no es extraño que a estas alturas, Pablo Pavón se dedique a buscar la manera de deslindarse de los recientes actos en donde se ve involucrado como encubridor y cómplice de su comadre la síndico Isabel Morales Aguirre, asesina de su esposo Javier Gómez Gutiérrez, máxime cuando está buscando quedar en las listas plurinominales como diputado o senador, por la ansiada figura del fuero como la que hoy protege a su comadre.

Desde este caso inédito para Veracruz, donde impunemente anda una asesina escondiéndose de la justicia (y que finalmente resolverán las autoridades judiciales y legislativas), surgen los desencuentros que Pablo Pavón acrecienta con bravatas.

El asunto de fondo es presionar, utilizar su poder para acallar lo que se dice de él y su participación en los hechos sangrientos del 11 de marzo; y una de las maneras fue el haberse mandado llamar a la mamá del periodista Pablo Jair Ortega Díaz (reportero de Sotavento Diario y colaborador de la página EnlaceVeracruz212.com.mx; autor de COLUMNA SIN NOMBRE), para advertir que el señor está muy enojado, y que en medio de la situación laboral donde la señora reclama una plazas laborales para sus hijos desde hace cuatro años, están los artículos de Pablo Jair Ortega que están impidiendo la resolución de dicho asunto.


Hace cuatro años, cuando la madre de Pablo Jair se jubiló, comenzó su solicitud de plazas como su derecho de trabajadora sindicalizada, y ni entonces figuraba el periodista en el panorama. Ha pasado un cuatrienio, y todavía continúa el asunto sin resolverse: primero con el argumento de que la plaza que dejaba de enfermera al jubilarse no coincidía con la carrera técnica de radióloga de su hija. Vaya novedad: en PEMEX hay abogados trabajando de obreros, políglotas trabajando de afanadoras, licenciados en Economía trabajando de camilleros, psicólogas de secretarias, etc. La señora, según el contrato colectivo con PEMEX, tiene derecho a dejar en su plaza a un familiar y punto.

Entonces, según la óptica que plantea el sindicato petrolero en el caso particular de la madre de Pablo Jair, resulta que los hijos de los petroleros no pueden tener una carrera diferente al oficio de su padre, porque entonces no se puede tener derecho a una plaza en PEMEX, cosa que los somos de Minatitlán, sabemos que es falso.


Pero ahora el pretexto es que los trabajos de Ortega Díaz están impidiendo la resolución definitiva a las demandas justas de la ex trabajadora de Petróleos Mexicanos. Una injusticia a la que el sindicato le ha dado largas indefinitivas.

Los miembros de la familia de Pablo Jair han estado tradicionalmente al lado del sindicato como petroleros de antaño que son, incluso su abuelo paterno Amado Ortega Zapata fue dirigente nacional de los marinos en los tiempos de Sergio Martínez Mendoza, y su abuelo materno Nicolás Díaz Ruiz, fue secretario de Ajustes de la desaparecida sección 21 de Árbol Grande en Tamaulipas (refinería desmantelada) en los tiempos de Hilario Plascencia; y pese a que se han acatado las disposiciones de los líderes en el caso laboral que está tramitando la familia del comunicador, la injusticia contra la ex trabajadora de Petróleos Mexicanos sigue.

Pero la intimidación no deja de ser un acto cobarde. Lo más triste, es que se tenga que recurrir a la familia del periodista para intimidar y presionar. Si realmente quisieran quejarse por lo que Pablo Jair escribe, ya desde hace mucho se habría puesto en contacto con él, pero a Pablo Pavón se le hizo más fácil acudir a presionar a la madre de éste, chantajeándole sobre un asunto laboral al que tiene derecho la señora: “ya estaba a punto de firmar… ya estaban los papeles… pero vino tu hijo y regó el tepache”.

Falso: si bien en el sindicato petrolero están acostumbrados a la manipulación, ahora quieren hacerle creer a una señora madre que “el rebelde de su hijo” está causándole problemas en sus derechos sindicales, cuando han pasado más de 4 años sin que se resuelva la situación laboral. Ahora resulta que sí tienen la disposición de resolver el asunto, pero que no se puede porque la pluma de Pablo Jair les está incomodando.
¿Por qué solamente se le presiona a la familia de Pablo Jair? ¿Qué no se han dado cuenta que el caso es discutido ya en varios espacios por lo trascendente que es el asunto? ¿Por qué no les han llamado a los demás periodistas? Quizás porque no todos son descendientes de familias petroleras.

Anteriormente, en los tiempos cuando el poder se ejercía con miramientos e inteligencia, tiempos donde cundía el honor entre caballeros, nadie habría pensado que se necesitaba amedrentar con toda la fuerza del aparato a la madre de un “rebelde”. Nadie se metía con la familia de nadie, porque los asuntos se trataban de frente, sin inmiscuir a los familiares. Muchos todavía creen en eso.

Ahora, como Kiko, el personaje de “Chespirito”, al otrora poderoso y máxime líder de los obreros petroleros de Minatitlán solamente se le ocurrió quejarse con la mamá de un periodista. Así como “la Popis” o “la Chilindrina”, a alguien muy ingenioso se le ha de haber ocurrido cómo quitarle la molestia al patrón: “acúselo con su mamá, jefe”.

Sin duda alguna, Ortega Díaz tendrá sus argumentos para defenderse de lo que escribe, boca para expresarlos y cerebro para razonarlos, pero eso no lo pensó el líder, el jefe político. No se le ocurrió que podía haberse dialogado en otro ámbito, como el de dar una entrevista al reportero para aclarar su participación en los hechos del 11 de marzo, o para incluso pedir un derecho de réplica por algún escrito al que se haya sentido aludido. Un simple y sencillo diálogo.

El jefe de los petroleros tendrá sus motivos para no hacerlo, pero recurrió a la presión y al chantaje, donde su figura vigorosa como el que decide, manda, ordena y dispone del sindicato y de sus agremiados, se impone como efigie autoritaria ante una madre que sólo reclama derechos laborales, e injustamente se le ha bloqueado, pese a que ha colaborado activamente con los líderes y el sindicato petrolero en sus proyectos políticos a pesar de estar jubilada (apoyos a brigadas médicas en campaña, etc.), con la esperanza de que sus derechos le sean cristalizados.

Pero más allá de lo que se pueda considerar un acto particular de reprimendas y presiones, no se duda que estos antecedentes sigan permitiendo al poder político seguir manejando a su antojo a la sociedad, y que así continúen con sus acostumbradas amenazas en contra de los periodistas cuando no se hacen las cosas como ellos quieren.

Sobretodo que la situación reciente del homicidio de Javier Gómez es un caso inédito en Veracruz (quizá en México) que amerita la atención de los medios de comunicación. De no haber sido por los medios, el caso quizás nunca hubiese trascendido y todavía quedaría en la impunidad un crimen, peor cuando están involucrados políticos y servidores públicos: una síndico, un diputado federal y un Inspector de Policía que recientemente fue destituido. Todos en un caso que se quiso manipular con obvias preferencias para hacer creer que la señora síndico es una persona inocente, en una jurisdicción que ni siquiera les correspondía. Pero repetimos, eso lo decidirán las autoridades judiciales.

El señor diputado federal Pablo Pavón es finalmente quien decide. El señor presidente del Honorable Consejo de Vigilancia de la Sección 10 del sindicato petrolero es quien tiene la última palabra en el asunto, porque, chantajeando o no, es por su decisión si el problema continúa o no en el caso de la mamá de Pablo Jair. Finalmente es quien tiene todo el poder, porque así lo han elegido los petroleros.


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